Gracias a la transdisciplinariedad que caracteriza el entorno digital emergente, una lista de nombres que Soledad Acosta de Samper reunió hace más de 125 años bajo el título de La mujer en la sociedad moderna hoy se despliega ante nuestros ojos tomando una nueva forma: la de decenas de hipervínculos. A estos nombres se les suman los de las académicas que, en un espacio también trasnacional y transatlántico, han dedicado sus propios proyectos intelectuales al estudio de estas mujeres. Esto, como esperamos que nuestra cartografía haga evidente, da cuenta de hasta qué punto estas redes, alimentadas hoy por las herramientas que el mundo digital nos provee, siguen activas y sosteniendo el trabajo de y sobre mujeres en el siglo XXI.
Acerca de
Contribuir a la constitución de una confederación para “ayudarse, defenderse y darse mutuamente gloria” (395). Ese fue, quizás, el objetivo último del proyecto intelectual de Soledad Acosta de Samper. Al verse excluidas de la República de las Letras, escritoras como ella vieron la necesidad de construir, desde la periferia, nuevas formas de agencia, autoridad, sociabilidad e intercambio para, así, lograr integrarse al campo cultural y legitimar su posición como sujetos sociales e históricos. La mujer en la sociedad moderna (1895), una obra pionera en la historiografía de mujeres y en la explicitación de sus redes como escenarios de aprendizaje y de sustento intelectual y emocional (Fernández 2015, 19), hace parte de esta tradición contestataria. En ella Soledad Acosta reúne los perfiles de más de seiscientas mujeres ilustres del siglo XIX. Mujeres que, desde todos los campos, contribuyeron notablemente a la historia y desarrollo de sus naciones. Son ellas, las revolucionarias, misioneras, científicas, políticas, artistas y literatas, las que, encuentra Soledad, tanto desde el pasado como en el presente, validan a las mujeres como ciudadanas, intelectuales y agentes históricos.
Frente a este panorama, este proyecto surge con el propósito de identificar, revelar y activar las redes y lazos transatlánticos que construyeron las mujeres en el siglo XIX. Particularmente, las que se evidencian en La mujer en la sociedad moderna. ¿De dónde son estas mujeres?, ¿qué las (re)une?, ¿cómo logran constituirse en comunidad?, ¿de qué manera responden al carácter androcéntrico y excluyente de los ambientes políticos y culturales de su momento?, ¿qué forma toma su proyecto? Esto es, justamente, lo que mapear sus redes, alianzas y afinidades puede decirnos.
Por supuesto, pretender señalar todos los nodos de estas redes supone una ardua tarea. Es por tanto que este primer ejercicio cartográfico se enfoca en sólo quince de las escritoras que se incluyen en el libro. Ellas son:
Josefa Acevedo de Gómez (1803 – 1861)
Mercedes Marín del Solar (1804 – 1866)
Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873)
Juana Manuela Gorriti Zuviria (1816 – 1892)
Juana Manso de Noronha (1819 – 1875)
Concepción Arenal Ponte (1820 – 1893)
Rosario Orrego de Uribe (1831 – 1879)
Agripina Samper de Ancízar (1831 – 1892)
Soledad Acosta de Samper (1833 – 1913)
Mercedes Cabello de Carbonera (1842 – 1909)
Emilia Serrano de Wilson (1843 – 1922)
Carolina Freyre de Jaimes (1844 – 1916)
Emilia Pardo Bazán (1851 – 1921)
Clorinda Matto de Turner (1852 – 1909)
Aurelia Castillo de González (1852 – 1920)
La elección de este corpus se basa en dos razones. La primera: todas ellas pertenecen a la amplia comunidad hispanohablante. Los puentes transnacionales fueron a menudo gestados en torno a las comunidades de idioma y a unas raíces culturales similares en favor de un proyecto americanista (Fernández 2015, 13). La segunda tiene que ver con sus intereses: todas ellas debatieron, desde diferentes aristas y de manera pública, sobre la educación femenina. Así pues, los textos escogidos –todos ellos, orientados a educar, dirigir e instruir a las mujeres de la época– permiten (I) mapear los cruces, intereses, rutas y estrategias a través de los cuales las escritoras conformaron una red de ayuda, defensa y apoyo transnacional y (II) visibilizar los esfuerzos que las intelectuales destinaron a la edificación de un proyecto educativo femenino como apuesta política e impulsor social.
Confiamos en que el espacio y las herramientas digitales facilitarán que en el futuro este proyecto, necesariamente parcial como lo presentamos hoy, se siga construyendo y alimentando en colaboración. Como comunidad de lectoras y lectores tenemos la responsabilidad y la oportunidad de seguir revelando las redes que han hecho posibles y fértiles muchos de los espacios y luchas que hoy hemos conquistado, y que están aún por conquistar y defender. Estas redes, como esperamos que descubran quienes visiten esta cartografía, aún hoy nos siguen sosteniendo emocional e intelectualmente.
La mujer en la sociedad moderna
el poder del ejemplo
En La mujer en la sociedad moderna (1895), una enciclopedia didáctica femenina, Soledad Acosta de Samper logra confrontar la monopolización masculina del mundo. La escritora halla en la historia el área del conocimiento que no sólo puede fomentar la entrada de las mujeres a la formación intelectual (Céspedes,11), sino también constatar su “tránsito por todas las veredas de la vida humana” (Acosta, viii). Enumerar, nombrar y catalogar los aportes de las mujeres a lo largo de la historia constituye un gesto sin igual: la historia revela a las mujeres como sujetos activos y confronta la verdad oficial que se construye a través de las herramientas historiográficas.
De este modo, así como en el siglo XIX las nuevas naciones se enfocaron en la construcción de sus relatos históricos, obras como la de Soledad Acosta deben entenderse en un contexto en el que, para poder inscribirse ampliamente en el mundo, y como reacción a unos círculos en los que no había un lugar previsto para ellas, las escritoras le apostaron al ejercicio de recopilar fuentes y crear archivos para autorizarse y fundar redes de sustento femeninas. Sin duda, estos ejercicios son vitales, pues operan como signos orientadores que mapean circunstancias y rescatan acontecimientos de gran valor para la comprensión de los diferentes tipos de procesos de asociacionismo femenino que han surgido a lo largo de la historia. Es, por ejemplo, en el mapeo de las redes, genealogías y afinidades que despliegan catálogos como el de Soledad Acosta que se hace explícita la necesidad de cooperación para el desarrollo y que se evidencia cómo la superación de la parcelación de la historia y de sus silencios se da a partir de la inversión de la jerarquía establecida.
La autora decididamente confecciona este libro a partir de las cientos de páginas que antes había dedicado a la escritura de perfiles y a la(s) historia(s) de la(s) mujer(es) porque parece reconocer que la experiencia aislada, la vida de un solo individuo, no basta “para despertar en el espíritu de las jóvenes la emulación y el deseo de imitar” (vii). Si el buen ejemplo, se pregunta,
es el arma más poderosa para promover la civilización, ¿por qué no se ha de presentar á la mujer hispanoamericana, cuya educación ha sido tan descuidada, excelsos ejemplos de mujeres activas, trabajadoras, que se han abierto por sí solas un camino hacia la fama unas, hacia la virtud activa y útil para la humanidad otras, haciéndose notables en todas las profesiones, las artes, los oficios y las obras pías? (viii – ix)
Ciertamente, aquello que motiva a Soledad Acosta es que las mujeres tengan la posibilidad de actuar libre e independientemente, pero de manera autónoma. Y es en este sentido que la educación se presenta como una necesidad urgente. Bien educadas, las mujeres podrían elegir una carrera acorde a sus inclinaciones personales, así como tener la posibilidad de ser autosuficientes (viii). El objetivo del proyecto de Soledad Acosta, por tanto, es doble: por un lado, reunir y estudiar excelsos ejemplos femeninos con el ánimo de inspirar y enseñar a otras mujeres y, por otro, al aportar herramientas para el reconocimiento e introducir la idea de comunidad histórica, contribuir a la construcción de una confederación femenina para “ayudarse, defenderse y darse mutuamente gloria”.
Las biografías de mujeres ilustres pueden estimular a la mujer de la sociedad moderna. Esa es la premisa del libro de Soledad Acosta. Les permitirá verse como sujetos dentro de un devenir histórico, y no como entes pasivos fuera de él. Sus perfiles quieren favorecer un proceso de autorreflexión y autoconcienciación (Vincens, 17) que, con el tiempo, fisura el sistema establecido. Estas formas de agenciamiento colectivo, en últimas, sustentan y legitiman también a las escritoras como sujetos emergentes y permiten situar su profesionalización en un siglo caracterizado por las disputas que los proyectos de fundación de las nuevas naciones supusieron.